Christian Oros ” Mi noveno maratón… volver a correr el Maratón de Chicago”

Christian Oros ” Mi noveno maratón… volver a correr el Maratón de Chicago”

Oct 16, 2018 | Noticias, Running | 0 Comentarios

Cuando decidí volver a Chicago y correr mi noveno maratón, mi objetivo dado el circuito era poder hacer mi mejor maratón (además de sacarme el mal rato que tuve en Berlin el año anterior donde llegué a la meta totalmente acalambrado y bajo mi objetivo). Chicago traía buenos recuerdos cuando lo había corrido el 2016. Plano, con mucha gente en las calles, y a pesar del viento, existe la posibilidad de que te toque un clima favorable. Ahora en la edición del 2018, tenía el gran aliciente de que mi esposa venía conmigo y buscaba correr su segundo maratón.

Desde que llegamos a la ciudad, las apps del clima nos venían diciendo, algo erráticas, que si o si, tendríamos algo de agua el día de la carrera. Incluso 8 horas antes, algunas nos arrojaron que habría una ventana sin agua. “Perfecto”, nos dijimos y nos fuimos a dormir. Días antes nos había tocado mucha lluvia que nos había impedido salir a correr con normalidad por la ciudad (En Berlin 2017 tuvimos lluvia los primeros 15 kms y fue una lata) y la humedad se hacía sentir, así que si había una ventana sin lluvia, el escenario era el mejor. Pero no fue así; la madrugada de la carrera llovió copiosamente y seguía lloviendo mientras desayunábamos. Con los amigos y partners del equipo MyTeam nos fuimos caminando con capuchas para el agua. Algunos con las zapatillas de recambio, otros, envolvieron sus zapatillas con bolsas. Siempre con la creencia de que las gotas pasarían. Craso error.

En lo personal, una vez que entramos a la zona de la carrera (toda la zona del Grant Park, me despedí de María Paz, mi mujer, diciéndole que la esperaría al llegar. Me fui a encajonar en el Corral B. Allí me encontré con mi gran amigo Hector Dinamarca del equipo Greyhound, y nos dábamos cuenta del nivel del Corral. Comentábamos: “Mira, la pinta del corral B, acá hay puros pro” y nos respondíamos al instante “dónde nos metimos, a darlo todo no más”. Se respiraba un ambiente increíble, sin lluvia y escuchando cuando anunciaban en la largada a Mo Farah o al japonés ganador de Boston-18; Kagawuchi. La ovación era increíble. Te sentías parte de una gran jornada.

Y partimos. Con mi coach Mauro Siefert habíamos ideado un plan de carera en bloques y donde la tranquilidad de cabeza sería la clave. Tal como anticipó Mauro, la partida fue muy rápida; decidí seguir la Blue Line y buscar mi ritmo a pulsaciones ya que no quería que el Garmin me engañara al comienzo dado los problemas conocidos de señal en Chicago. Ajusté a nivel de sensaciones y pulsaciones y el Garmin fue perdiendo precisión (y me haría confundir más adelante). Ya en el km3, con la gente alentando a mares, la lluvia volvió a aparecer junto con el viento. Era copiosa en algunos momentos pero también lograba refrescar lo suficiente. En el km12, hice un análisis de tiempo y revisión de piernas e íbamos de acuerdo al plan (el patudo iba metido con el grupo del pacer de 3:10) a pesar de que la lluvia no nos soltaba. Aprovechaba de observar las calles y la gente que alentaba. Simplemente impresionante, algunos empapados, otros abrigados, pero nunca hubo un espacio vacío. Grandes y chicos alentaban con todo a tu paso. Llegó el km20 y volvimos a entrar al centro de la ciudad, a la zona del Loop, me sentía con piernas (había hecho un bloque rápido entre el 11 y el 20); el Garmin me iba diciendo un tiempo medio de 4:27 pero las sensaciones no se ajustaban. Me comenzaba a preguntar; ¿me habré ido muy rápido? Chequeaba los otros indicadores del Garmin y sus lecturas eran disímiles. Es en ese contexto en que comienza la segunda parte del maratón; vuelves a salir del Loop de Chicago y enfilas hacia el oeste de la ciudad (en dirección al estadio de los Chicago Bulls).

Por el KM 25, en una zona de muchas carpas de equipos y charities, me encuentro con un chileno (parece que de Rancsport) y le comento “pucha que nos tocó duro el clima”. Nueva revisión. Iba ok con los geles (alternando normales y con cafeína) además de las pastillas de Sal. Km30 y el Garmin me decía 4:29. Algo no calza; ya me sentía algo más pesado. Me tomé los tubos de magnesio y aminoácidos (la reserva estratégica que llevaba de la marca Sponser) en medio de una lluvia que no paraba y el viento no soltaba. Es en ese momento me pasa el pacer de 3:15 y ahí me di cuenta que estaba perdiendo velocidad; más encima en ese momento se me desabrocha la zapatilla lo que obliga a parar y esa retomada de ritmo fue compleja. Las piernas no están tan frescas y ahí es donde hay que poner concentración y no decaer. En un momento quería frenar y tomar aire en un puesto de agua pero me dije “quien manda aquí soy yo” y logré dominar esa sensación de fatiga que te manda la cabeza.

Fuimos pasando por los barrios latinos, luego la Universidad de Chicago, un puente y llegamos al famoso arco del Barrio Chino. Más adelante, en un cruce sobre nivel había un tipo con un cartel que decía: “solo te quedan 5 kms”. Trataba de transformarlo y llevarlo mentalmente a un giro del control que hacemos con el club en Ciudad Empresarial para hacerlo más simple mentalmente. Llega el Km 38.5 y la famosa recta eterna. Apuraba y bajaba, sin sensación de calambres (cómo lo sufrí el 2017 en Berlín). Ya no pescaba el Garmin; me decía que iba muy rápido, cuando iba algo más lento del plan. Engaño total!! (luego vería que el km 20 me lo marcó a 3:00; lo que literalmente me fregó el promedio). Los del Corral C me comenzaban a pasar, aunque quedaban pocas piernas la peleaba igual y volvía a apretar; miraba de reojo a cada rato hacia adelante esperando la última curva en subida con la ansiedad de girar y darle con todo. Me decía: “En Berlin no fuiste capaz de sprintear al final por los calambres, aquí la hacemos Oros!!!”

Llega el famoso cartel que te dice que quedan 800 metros. Eternos! Pero la campanitas, aplausos y la gente gritaban como si fueras el mismo Mo Farah. Subida final (que no es tanta, pero con 41.8 kms en las piernas se siente como la subida de La Pirámide). En ese momento visualicé mi crono de llegada. Me fui sonriendo. Aunque quedaría 1 minuto bajo mi objetivo mental del maratón, me sentía que la batalla había sido dura y con condiciones climáticas complejas. Crucé en 3:20:45 con los brazos arriba! 8 minutos más rápidos que Berlin 2017 y bajando mi PB de 3:25:30 que había registrado el 2016 aquí mismo. Apenas cruzas la meta, los voluntarios no paran de aplaudir y entregarte mensajes de felicitaciones y orgullo. Me pasaron mi medalla y es en ese momento te emocionas. No en vano, recuerdas los entrenamientos, los sacrificios, pero por sobre todo, a mis hijas que sabía que estaban muy pendientes desde Chile junto con nuestras familias que apoyan a mil estas locuras.

Llegué a la zona de recuperación y me cambié ropa al instante. Estilaba. Ahí comenzaba la otra etapa de esta aventura. Cómo irá María Pazi? No me quedaría tranquilo hasta que llegara. Saqué el teléfono y comencé a trackearla y en esos instantes me llegaban mensajes de ella con audios de “voy complicada, voy con frío”. Ahí le mandaba mensajes de audio con gritos de aliento. En este me encuentro con mi amigo Hector Dinamarca que se había mandando flor de carrera y también se fue sumando a los audios motivacionales. Pasaba el tiempo, no me quedaba batería y con los grandes partners de MyTeam que iban llegando al punto de reunión que habíamos acordado íbamos siguiendo a María Paz. Finalmente, todos gritaron cuando el app marcó que había cruzado la meta. Una grande! Pasaron varios minutos y finalmente nos encontramos y fundimos en un gran abrazo. Todos los del equipo esperamos hasta el final por el último de los nuestros. Grande MyTeam.

Se cumplieron objetivos? Si, un par; otros definitivamente no. Lo bonito de este deporte, es que te permite visualizar donde están las brechas y poder seguir mejorando en la búsqueda de nuevos límites. Agradecimientos a nuestro head coach Mauro Siefert que cree ciegamente en cada uno y te transmite confianza en tus capacidades. La Sofi Baeza nuestra coach de running y preparadora física; el tremendo equipo de #MyTeam donde logras no sólo entrenar por tus objetivos sino ser parte de una comunidad de amigos; nuestras familias que apañan y cuidan del clan infantil para que podamos viajar y correr. Luis Ibañez y Claudio Marquez que se encargaron de sacarme una lesión en el tobillo que me tuvo en vilo hasta poco antes del maratón, la Fran Hernández (Franutrisport) mi nutricionista, mi equipo de trabajo de Kawésqar Lab por lo apañadores, y en especial mis amigos y compañeros de ruta en maratones: Pedro, Hector, Antonio y Roberto.

El maratón es una historia única, se escribe y re-escribe cada vez que corres una (ya van 9); permiten registrar emociones, sensaciones y sobre todo aprendizajes. Las pirámides egipcias para llegar a ser triangulares partieron siendo unas mastabas (construcciones rectangulares) puestas unas arriba de la otras. Sigamos perfeccionando y entrenando, que este libro sobre maratones recién ha terminado sus primeros capítulos. Vamos por más! Próximo desafío….una gran deuda pendiente que en dos ocasiones ha sido un dolor de cabeza y que buscaré el ansiado sub 3.10; mi propósito es volver a correr, por tercera vez, el Maratón de Berlin el 2019.

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